Era una de aquellas personas que inspiraba confianza. Era la persona perfecta para que Kira consiguiese desahogarse, deshacerse al fin de todos aquellos males que la atormentaban y que llevaban tiempo siendo reprimidos.
Kir se había sentado en el suelo, aunque aún quedaba sitio en el banco como para estar sentado a su lado, pero afirmaba estar mejor ahí para poder verla de frente y no observarla únicamente de perfil. El contacto frente a frente siempre le había parecido mucho más personal, más íntimo, más acogedor. Kir mantenía sus ojos miel fijos en su cara, pero a Kira le podía esa extrema timidez que la caracterizaba y jugueteaba con las pulseras al hablar.
- ¿Y bien? – preguntó Kir.
- Una larga historia, que se suele decir…
- Creo que podré seguirte.
No podía negarse a esa cara, a esos ojos y a aquella sonrisa que no parecía capaz de desvanecerse jamás. Aún así, el pasado de Kira no había sido justamente un pasado fácil en el ámbito personal, y él era la primera persona que la oía hablar de ello.
- Pero… - inquirió Kir - ¿Por qué no te negaste?
- No creí que la cosa fuese a ser tan difícil.
- Lo debías pasar fatal…
Y entonces, sin indicio aparente alguno, los ojos de Kira se entumecieron, y las lágrimas acabaron vertiéndose lenta e inintencionadamente por sus mejillas. Allí, delante suyo, el chico que había conseguido alegrarme los días ese verano con una cara que no reflejaba más que preocupación. Preocupación e impotencia. Kir postró su mano en su rodilla a modo de consuelo. Al ver aparecer una leve sonrisa en el rostro de Kira y oír una leve risa entre dientes, arqueó la ceja, se inquietó.
- Tienes ese algo que inspira confianza – susurró Kira entre sollozos.
Él, sin quitar en ningún momento su mano de dónde la tenía, se levantó, se sentó a su lado y colocó su otra mano bajo la nuca de Kira, moviéndola.
- Lo siento – dijo Kir en voz baja pero suficientemente alta como para que consiguiese oírlo con claridad -. Lo siento mil veces. En serio que no sabes como…
Kira dio un giro brusco para mirarle de frente:
- Pero, ¿qué estás diciendo?
- Por haber sacado el tema, por haberte hecho recordarlo, por haber hurgado en la llaga – y representó con la mano el “hurgar en la llaga” -, por…
- ¡Calla! – Kir la obedeció – Deja de decir tonterías.
Entonces ella bajó la mirada y un silencio que llegó a ser incómodo se instaló a su lado en aquel banco.
-¿Sabes una cosa? – Kir hizo una pausa - Eres demasiado especial como para que pueda permitirme verte así. Y más aún sabiendo que sufres por una persona que no vale la pena. Voy a lograr que seas feliz, cueste lo que cueste. Es lo menos que puedo hacer. ¿Qué te parece?
Por primera vez, Kira fue quien abrazó a Kir (hasta el momento había permitido que él la abrazas, convirtiéndose ella en un objeto totalmente pasivo). Se trataba de algo más que una simple afirmación. Era un agradecimiento, a la vez que un ruego.
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